Carlos Martínez Assad

La mañana está llena de luz y huele a pino cuando llegamos a Becharre, la tierra del poeta libanés Gibran Kahlil Gibran. El pueblo semeja un perfecto dibujo escolar con las casas construidas con muros blancos y techos rojizos, desde donde sobresale el campanario de la iglesia. El caserío llega exactamente al borde del precipicio que da origen al valle, dando la impresión de estar suspendido sólo por obra y gracia de un halo mágico que lo afianza a la tierra. Allí, en la parte alta de una ladera, se encuentra aún la casa del poeta.