Carlos Martínez Assad

La mañana está llena de luz y huele a pino cuando llegamos a Becharre, la tierra del poeta libanés Gibran Kahlil Gibran. El pueblo semeja un perfecto dibujo escolar con las casas construidas con muros blancos y techos rojizos, desde donde sobresale el campanario de la iglesia. El caserío llega exactamente al borde del precipicio que da origen al valle, dando la impresión de estar suspendido sólo por obra y gracia de un halo mágico que lo afianza a la tierra. Allí, en la parte alta de una ladera, se encuentra aún la casa del poeta.

Amin Maalouf

Quizá el destino de Gibran sea permanecer mucho tiempo, demasiado tiempo, en el purgatorio de las letras, como ese exiliado que ha sido siempre. Nunca le fue concedida la inmortalidad; pero, a su manera, él la ha conquistado y reconquistado incansablemente entre sus lectores.

Gabriela Mistral

En su cerebro llevaba todos los sueños de Oriente. Inteligencia penetrante, dulzura infinita, delicadeza y finura indescriptibles. Mientras le hablaba percibía en sus ojos el brillo del genio y el resplandor del talento.

Miguel Bueno

En sus selectas y nutridas páginas entona un canto a la naturaleza, al hombre y a Dios, que son los tres grandes temas de la humanidad; los concibe en el más amplio de sus contornos, englobando a lo grande y a lo pequeño, a lo interior y a lo exterior, a lo cósmico y lo humano, a lo telúrico y lo moral, a lo apostólico y lo farisaico, a lo celestial y lo infernal.