La Banshee

Banshee

 

[Apuntes para una obra de teatro]

 

Por Gibran Kahlil Gibran

 

Traducción por Yamil Narchi Sadek

 

Los personajes son:

 

Padraic O’Shaughnessey, el Poeta

 

Clara, su esposa

 

La Señora Huntingdon, madre de Clara

 

Gregory, un anciano mayordomo

 

La Oscura Dama 1 del bosque



La hora es alrededor de las diez de la noche, hacia finales de octubre.

El lugar es la sala de la casa de campo que Padraic O’Shaughnessey tiene en […]2. Hay dos grandes ventanas en la parte de atrás, una a la derecha y otra a la izquierda. Entre ellas cuelga un tapiz del siglo XV que muestra a Prometeo encadenado a la roca, con un águila que muerde su costado izquierdo y dos o tres más que lo sobrevuelan. Frente a este tapiz está la reproducción de uno de los Esclavos de Miguel Ángel (del Louvre)3.

Abajo a la izquierda hay una gran chimenea del Renacimiento italiano sobre la cual pende una pintura de Sebastián que corresponde al mismo periodo.4 Hay una puerta arriba a

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1 N. del T. El original dice Dark Woman. Lo hemos traducido como “Oscura Dama” por eufonía.

2 Aparece un espacio vacío en el original.

3 Gibran no aclara si se refiere al Esclavo rebelde o al Esclavo moribundo.

4 Asumimos que, en esta galería de torturados, se refiere a una de las múltiples imágenes renacentistas de San Sebastián atado y acribillado por flechas.

 

la izquierda. Abajo a la derecha hay una vieja mesa española con gaveta, y sobre ella otra pintura italiana de Ícaro cayendo.5

Hay múltiples evidencias de un claro conocimiento y sentido del gusto artístico en la atmósfera de la habitación. Se encuentra alumbrada por muchas velas altas y delgadas.

La obra

Gregory, el viejo mayordomo, trae una canasta de mimbre que coloca detrás de la chimenea. Quita el exceso de cera derretida y corta las altas velas; pone un trozo de leña en el fuego. Entonces la ventana que está arriba a la derecha abre desde fuera y la Oscura Dama aparece mirando hacia adentro de la habitación.

Ella ríe con su risa sobrenatural y habla extraña pero en general sabia y dulcemente al viejo, quien la conoce bien, y por ello es amable y comprensivo con ella. La mujer pregunta por “el prisionero real”, refiriéndose a Padraic, el poeta. Habla mostrando una apasionada ternura por él y por lo que lo rodea. Conforme se oyen pasos, ella desaparece de la ventana, dejándola abierta.

La Señora Huntingdon entra, reprimiendo a Gregory por haber dejado la ventana abierta. Lo mira después con sospecha y pregunta si esa “horrorosa mujer” ha estado allí, pues lo ha escuchado hablando con alguien.

Despacha a Gregory tras pedirle que cierre con seguro la ventana. Él sigue las instrucciones.

Ella se sienta frente al fuego y toma un libro para leer, pero no consigue poner atención al libro. Mira nerviosamente hacia la ventana de vez en vez. Se pone de pie y prueba el seguro. Satisfecha de que está bien puesto, regresa a la silla y se entrega a la lectura.

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5 N. del T. Esta última oración aparece agregada a mano en el original.

 

Después de un largo momento, la ventana se abre lenta y silenciosamente, revelando a la Oscura Dama afuera. Ella le habla con desdén a la mujer que se encuentra dentro.

La Señora Huntingdon se pone de pie enfadada y asustada y amenaza con ahuyentar a la mujer.

La Oscura Dama sólo ríe de manera inquietante y dice cosas salvajes y extrañas que aterrorizan a la otra mujer, quien repite sus furiosas amenazas con creciente ira. Dándose cuenta de que sus palabras son como tanto viento extraviado, llama a su hija Clara, quien viene de prisa respondiendo al llamado. Mientras lo hace, la Oscura Dama se desvanece en la oscuridad con otra risa exasperante.

Clara y su madre tienen una agitada conversación sobre la Oscura Dama y sobre Padraic, el poeta, esposo de Clara, quien ella relaciona con este misterioso ser del bosque. Clara cuenta a su madre cómo Padraic ha estado visitando el bosque tarde en la noche y ríen juntas de la idea de que él sea un poeta y de que esté en él escribir grandes cosas. Mientras hablan, la Oscura Dama aparece por tercera vez en la ventana y clama contra ambas mujeres, recriminándoles y acusándolas de aplastar y matar el espíritu, el genio del hombre de quien abusan.

Clara responde duramente a la Oscura Dama, pero su madre está casi desmayada de terror. La Mujer se va de nuevo, riendo desaforadamente.

Padraic entra, perturbado por el ruido y la agitación que escuchó y preguntándose qué fue. Le dicen que esa “mujer salvaje” estuvo allí, y él habla sobre ella con una voz llena de asombro, refiriéndose a la Dama como “la mujer del bosque, la pequeña ninfa”.

Es clara la furia en las dos mujeres y en sus tonos de voz. Mientras él habla, se escucha la voz de Ella que canta una dulce y salvaje canción de amor a la distancia. El rostro del poeta se ilumina y escucha como en trance. Las mujeres le riñen con palabras duras, y en un momento de pasión, Padraic les pide que se vayan a dormir – él saldrá a encontrarse con la noche.

Padraic está perdido en algún paraje extraño y profundo de su pensamiento. Levanta los ojos, ve a Prometeo y le habla; luego hace lo mismo con el Esclavo y con Ícaro cayendo. Todos ellos fueron prisioneros como él, y en extremo.

Gregory entra y Padraic lo saluda con entusiasmo. El viejo busca hacer algo por servir a su querido amo, pero sus ofertas y sugerencias sólo provocan un “no, gracias”.

Padraic insiste en que el viejo se siente con él y le lee algunas líneas, pero son débiles y tienen poco sentido; rasga los papeles uno por uno, arrojándolos al fuego. Le habla a Gregory sobre sus esperanzas de juventud, sobre cómo soñaba ser un verdadero y gran poeta. Le inspira decir grandes cosas al viejo, expresando lo que ha sido reprimido en su interior por tanto tiempo.

Entonces ordena a Gregory que se vaya, diciéndole que quiere estar solo. Gregory se resiste, pero termina por dejarlo.

Padraic mueve dentro del fuego los trozos de papel que no se han quemado. Mientras lo hace, oye que la Dama Oscura canta en el bosque. Ella se acerca cada vez más. Está a la ventana, la abre desde fuera, y canta de nuevo. Padraic está maravillado. Le habla. Ella salta alcanzando el vano de la ventana y le responde con alegría.

Él le ruega que entre, y ella lo hace, diciendo que ha venido a llevárselo al bosque. Él responde que es muy pronto, pero que no la va a desilusionar. Él se detiene a ver las hermosas posesiones de Padraic, el Prometeo, el Esclavo, el Ícaro cayendo. Le son extrañas.

Se acerca y se sienta en el brazo de la silla donde él está. Toca su cara, su pelo, lo llama su amigo, su poeta, su niño pequeño.

Él se vuelve hacia ella ávido, con anhelo. Se siente inundado de una gran pasión por ella y su gran y libre bosque. La abraza y ella se inclina sobre él llena de amor y un salvaje propósito. La Mujer pone sus brazos alrededor de su cuello y lo mira fijamente a la cara. Entonces retira sus brazos, toma su rostro con las manos, acercando sus labios a los de él mientras mira extrañamente y con adoración dentro de sus ojos. Lo besa. Lo besa profundamente, hasta haberle arrebatado por completo el aliento, el alma misma, hasta que al fin las manos blancas del hombre caen a sus costados y su cuerpo yace relajado sobre la silla. Su alma ha acudido al llamado de la de ella, quien se separa y mira el cuerpo que yace inerte. Le habla del hombre que ella ve con los ojos del espíritu, alto, fuerte, hermoso; le habla con la conciencia de que es verdad que se va con ella. Llega velozmente a la ventana, salta al vano y de nuevo hacia la noche, cantando.

Se oye un golpe en la puerta, otro. Gregory entra y ve a su amo dormido, según piensa. Camina nerviosamente rápido, sintiendo la extrañeza que prevalece en la habitación. Va a la silla donde yace aún el cuerpo del poeta. La pena y el terror aparecen en su rostro y en su voz. Sale en busca de las mujeres.